martes, 7 de diciembre de 2010

Morir con las botas puestas


Voy a poner un cartel en la puerta de mi casa: Me gusta el heavy metal. Boludos, abstenerse.
Lejos de mí y, por favor, no me hagan la misma pregunta de siempre más comentario anexo: ¿En serio te gusta esa música? No parece. Qué raro.
¿¿¿¿Qué es lo raro???? Hay gente a la que le gusta la filatelia, el alpinismo, el bondage, los helados de sambayón, mirar la tele. A mí me gusta el jevi, etiqueta que engloba el hard rock, el power metal, el metal clásico, el AOR, el NWOBHM, algo del punk y hardcore y otros yuyos.
Eso no quiere decir que no pueda limpiar la casa escuchado ABBA, la banda sonora de Flashdance, ni quiere decir que ando como una alienada por la vida haciendo cuernitos. Ni que no me gusten los perfumes, las cremas, los muñecos redondos de ojos grandes. No. Se puede ser princesa y escuchar heavy metal. De hecho, es lo mismo. La Edad Media es metal: espadas, armadura, cota de malla, calza y botas arriba de la rodilla.
Al Sr. B no le gustaba que yo escuchara cantigas y heavy metal, pero se lo bancaba. Mr J lo odiaba. Y S, y M...uf. El father of my children no te cuento. Y así siguen. Por algo no están hoy aquí.
Hacía muchos meses que no hacía su entrada la maldita pregunta, pero este fin de semana de lluvia, zas, otra vez. A ver, te explico, nene: 16 años, chica de barrio norte, colegio privado, bajita: por favor, mamá, quiero una guitarra eléctrica; quiero ir a profe particular. La adolescente le compra una viola sin marca al hermano de un amiguete con el dinero que ahorró por su cumple. Llega a la casa del Profesor (pobre, era de los de Almendra, Manal): ¿Qué canción querés aprender? Motorbreath de Metallica. Años más tarde viaja, mochila al hombro, en tren por Europa escuchando Def Leppard y Judas Priest...Pasa mucho tiempo, pero mucho.
En síntesis, hasta el día de la fecha mi vida se resumió a, además de leer muchos libros, estudiar, ir a museos e iglesias románicas, al cine y al teatro y ser una chica sin vicios, a visitar todos los antros de los barrios periféricos (aquí y allá), llenar las paredes de mi cuarto de posters de peludos (Coverdale a mi derecha; un poco más abajo, Glenn Tipton), aprenderme como la Biblia todos los nombres que aparecieran en la revista Metal, jugar a que los nenes me regalaran cassettes grabados con sus bandas favoritas (sí, fue hace mucho; después, CDs... Cuánto romanticismo se perdió con el Ares!). Gracias les doy aquí a gente como E. que, debo admitir, aunque flor de forro, se esmeraba en su trabajo y hasta me hacía tapas con foto color.
Lo mejor fue esperar que mi hermana llegara a los 16(?) para llevarla a un recital de Motörhead y que se me uniera en la cruzada. Ir mil veces a Obras con mi amigo Ariel. Ir a Cemento, a After Eight, a Halley, ir a la Tumba, ir a Warlock, ir a Riders, y a tantos otros que no me acuerdo los nombres porque me falta Puni que se acuerda de todo. Ver a mi super amigo W colgado de una viga adorando a Michael Monroe. Ver a Ozzy medio muerto y en bata blanca con Ale. Escuchar Rainbow y Blind Guardian tomando mate en invierno con el vecino en Santa; escuchar Ratt, Maiden...(etc., etc.) en la playa con mi sissy, dorándonos al sol. Ver a los Barón Rojo en un parque de diversiones tipo Italpark gritando "mi rollo es el rock". En el último año, vaguear con Chus por la Urbe y el Excalibur y con los elegidos por Red Bell. Y no sigo porque me canso.
Mamá pensó que se me iba a pasar en algún momento. Un día escuché que le decía eso a mi viejo en la cocina. Se equivocó. Por eso, todo el que no sepa jugar a revolear los pelos, a caminar on the other side, que se quede en su casa.
Me acuerdo que cuando terminé el cole, la directora entró a la clase y nos preguntó qué nos veíamos haciendo en el futuro. Muchas de mis compañeras contestaron asertivamente que se veían trabajando en Tribunales, en oficinas, cuidando bebitos. Yo me veía, como ahora, boca arriba, las piernas contra la pared, leyendo la pila de libros que juntaba abajo de mi cama mientras cantaba Hard luck woman.

Leli, leli, Lelia Doura

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