lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuando tú te hayas ido


Corre el año 1528 y Messer Lactantio le presta a Angelo Colocci una sarta de papeles de todo tipo y color con un montón de graciosas poesías escritas en gallego o portugués. Colocci es un humanista curioso y con mucho poder. Le fascinan las lenguas románicas y las literaturas perdidas. Solo le basta mover un dedo para conseguir que seis copistas de la Curia Papal se pongan a sus órdenes (los copistas a, b, c ,d, e y el copista V) y le escriban esas cantigas que tanto lo divierten en unos volúmenes que acabarán siendo conocidos como cancioneros.
Comienzan los problemas, ¿por qué uno solo de nosotros va a copiar tooodo un cancionero? ah, no, que me dupliquen el sueldo si quieren que trabaje después de las seis de la tarde. Además esta letra no se entiende nada. Nosotros no copiamos poesía, nos dedicamos a documentos notariales. No sabemos portugués, somos italianos. Van a saquear Roma otra vez, tenemos miedo. La paga es poca. No hay luz en este scriptorium... Solo quejas y más quejas de estos copistas mercenarios. Colocci se vuelve loco. Tiene que devolver ese cúmulo de papeles al que llama Livro de portoghesi a Don Lattanzio Tolomei en unos meses.
El trabajo se descontrola. Si ya venían todas las cantigas mezcladas de la Península, imagínense ahora. De todas formas, el hombre no se rinde y, cada cuaderno que le van entregando los copistas es revisado y anotado por él en su letrita inentendible. Se hace muy amigo del copista a, el único sumiso y con ganas de aprender. Muy. Pasan horas juntos intentando descifrar qué es lo que viene escrito en esas hojas viejas. Leen juntos sobre trovadores que sufren y mueren por sus amadas y doncellas que esperan al alba por sus amigos, que, como siempre, tardan en llegar. Escriben juntos. Hace frío en el scriptorium de la Curia, pero no les importa. Se pasan los folios para que queden impecables. Sin errores.
Pasan noches juntos a la luz del candil, sin dormir, poniendo en marcha el trabajo que los copistas rebeldes se niegan a hacer. Cálamos desvencijados, ampollas, frío y sueño. Y amor, mucha cantiga de pena y de deseo contenido. Algo crece entre ellos. Pero están en la Curia Papal. Y Colocci es un hombre casado y de reputación. Deseo contenido, cifra de toda la lírica amorosa. Expresión de lo que no se consuma. Lo que quema. El monstruo que te devora.
El incansable trabajador de las letras, Angelo Colocci, muere el 1 de mayo de 1549, siguiendo a su hijo Marcantonio. En su testamento pide que que al copista a le sean otorgados sus anteojos y su pluma de oro.
En un scriptorium vacío un hombre llora sobre su pupitre en una madrugada helada.

LeliaDo.

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