martes, 21 de diciembre de 2010

Vecinos/ Una heladera paralela


Sigo con la saga de los vecinos y con habitantes de ese mismo edificio.
Lo que viene tiene un comienzo muy triste y muy feo pero que da lugar al meollo de la cuestión.
En 2007 murió R, un adolescente, de forma repentina. Era uno de nuestros vecinos y un pibe muy bueno y saberlo fue un horrible shock. También era vecino de Jenny (la dama de blanco), de Alberto (ya lo conocerán más adelante); de K y de Q y de una pareja inglesa de adultos mayores: Arthur y Kate.
Con todos ellos fui al velatorio de R y regresamos a casa en taxi con el ánimo por el subsuelo. Mientras íbamos subiendo las escaleras, Kate dijo que en su país se estilaba tomar una copa después de situaciones como la que habíamos vivido y que ella invitaba a lo propio en su departamento. Todos dijimos que sí al convite.
Una vez en su casa, Kate preguntó qué queríamos tomar y las respuestas fueron del estilo "lo que tengas, lo que tomen los demás" y ese tipo de generalidades. Pero "lo que tengas" dio lugar a que Arthur nos llevara a los invitados a la cocina y viéramos la existencia de una heladera paralela. Sí, había una heladera para comida y otra -exclusiva y grande- para bebidas alcohólicas. Estaba llena de bote a bote y en su interior sonreían vinos, cervezas, sidras, ron, tequila, champagne, gin, licores, etc, etc, etc. Como si fuera una barra free en un casamiento, cada quien se pidió lo que quiso y así salieron de las manos de Arthur martinis, pisco souer, vino blanco, vino rosado, cerveza, gancia batido y hasta un mojito.
Copa va, copa viene, el dolor dio paso a la tragicomedia y terminamos todos borrachos.
En eso, llegó T a buscarme ya que él no había ido al velatorio pero cuando entró a lo de Arthur y Kate se quedó más que sorprendido al ver las caras rojas de todos y hasta a alguien haciendo chistes verdes (creo que era Jenny).
Saber sobre la existencia de la heladera paralela nos llevó a T y a mí a entender mejor qué podría estar sucediendo, a altas horas de la madrugada, cuando desde el balcón de Arthur y Kate, se escuchaban risotadas, conversaciones super animadas en puro inglés londinense y la voz de Kate -que se parece más a la de un duende que a la de una mujer mayor- contando historias y dando carcajadas que resonaban fuerte en el pulmón del edificio. Después de esa noche, intuíamos que la heladera paralela era la que llevaba a este matrimonio a esa fiesta de martes, miércoles,jueves y viernes por la noche. Y hasta imaginábamos a Kate disfrazada de conejita y al bueno de Arthur descorchando la séptima botella y diciendo yes, of course.
Serenella.

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