lunes, 29 de noviembre de 2010

Whisky, canción y trompadas

La mano se mueve. Demanda como para un saque de ping-pong pero la pelota que rueda es otra: Moza, otro whisky. Una china de rodete afrutillado se va de la circunferencia que proviene de una inmensa luna de papel plateado.
En el sótano, una voz masculina y meliflua canta un: "oh, luna de Alabama, es tiempo de decirte adiós; es tiempo de aprender a jugar".
Detrás del sillón de cuerina, una inútil jugadora sin corpiño con pollerín de tul verde loro lucha con El Dragón por la moneda sagrada. El Dragón ha traído el Libro del I-Ching al salón, lo ha comprado en un rezago junto con un cuenco de cerámica.
El rubio cantante de ojos rasgados se acerca y como una rata ladrona, bebe mi bebida recién llegada. Antes de hacerlo entona: "¡este es un gran whisky bar!". El Muro deja caer su vaso de cerveza en la mesa y sin protocolo de juego, lo toma del brazo. Todo aquel que creía en la paz de las palomas pasa inmediatamente a creer en la voracidad de estas aves. Los otros jugadores huyen en bandada mientras la luna pierde su rol y pasa a ser una cartulina gastada. Whisky, canción y trompadas.
El artista queda liso y rojo como una paleta; mientras, una cinta comprada en un "Todo x 2 Pesos" desnuda el playback con el que se teñía el cantante. La música sigue sola; la voz canta como un fantasma: "Te avisé que morirías". El Dragón, que ha ganado la moneda, lee el hexagrama en el Libro: "Te dije que morirías". El Muro y yo nos vamos a casa.

Serenella

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