lunes, 29 de noviembre de 2010

Mi nombre es Alabama


Así. A secas. Una palabra y punto, ubicada en el centro del amplio cartel que promociona al mítico sótano donde juegan al pong hombres y animales.
¿Qué no tiene nada de extraño? Bien, ¿y si decimos que con el tiempo han desaparecido otros vocablos que estaban ahí pintados?
Antiguamente (no tanto como en las épocas del Rey Ming pero sí hace años) el cartel decía esto: Salón ALABAMA - Bebidas - Pizzas - Postres - Picadas - Mesas de ping-pong y ahora sólo se lee: ALABAMA. Como vestigios de esas borraduras hoy se ven unos blancos -medio sucios- de pintura que cubren con exito un pasado de ofertas comerciales.
Para un argentino la conclusión sería más o menos rápida: claro, los sabuesos de la dgi pueden estar rastreando algo más que el perfume ácido de una ratita muerta.
Sí, es una teoría aceptable pero también es posible que los chinos -quienes manejan el lugar- nos estén dando un mensaje cifrado. Como por ejemplo: una contraseña para visitantes selectos; una indiferencia total y absoluta hacia el idioma español; un recordatorio macabro de los hombres que perdieron su brazo en apuestas de bajo fondo o algo más serio: todo tiende a desaparecer. Así como la espuma de una cerveza se acaba en los labios de un jugador entrenado, nuestros nombres -queridos lectores- también serán borrados.

Serenella

No hay comentarios:

Publicar un comentario