lunes, 29 de noviembre de 2010

De cotorras y palomas

Raqueta en mano, le comenté a Chiki mis observaciones sobre pájaros. Cierta mañana, caminando hacia la estación de tren para ir al trabajo, contemplé un grupo mixto de torcazas y cotorras. Estaban junto a un árbol, un ligustro más precisamente, comiendo unos frutitos morados símil uvitas que habían caído al suelo. Cuando pasé al lado de este heterogéneo grupo avícola las aguas se abrieron como si Moisés se hubiera hecho presente entre la muchedumbre. Las cotorras se alzaron en vuelo, las torcazas no. Unas migraron tumultosamente como si hubieran visto acercarse al Lobo recién levantado y de mal humor, las otras siguieron comiendo como si Caperucita pasara saludando y saltando con el arco iris de fondo. Chiki oteaba indiferente el horizonte. Le dije que me llamaba la atención la forma en que las cotorras se llevaban las uvitas a la boca con las garras de las patas. La forma de girar el cuello. No eran los típicos movimientos nerviosos de los pájaros. Había algo de mamífero, algo de simio en el estilo de deglución. Entonces vislumbré una secreta conexión entre monos y cotorras. Chiki entrecerró los ojos y como un oráculo sentenció: al fin y al cabo venimos de la cotorra.

El Muro

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