lunes, 29 de noviembre de 2010

Meditaciones sobre una frutilla

Les dije a Chiki y al Alereta que todo empezó con la palabra frutilla: ¡Frutita!
Esta súbita iluminación mientras caminaba por las calles de la ciudad dió pie a una cadena infinita de palabras en igual situación. Llegué a obsesionarme. Algunas personas a las que les comenté mi hallazgo fueron contagiadas, cayendo víctimas de esta tortura psicoetimológica. Chiki dibujó una media sonrisa, me miró con ojos brillantes y, mientras aplastaba el cigarrillo contra el cenicero, agregó: hay gente que moja la colilla. El Alerón, llevándose el café a los labios, le retrucó: a mí me gusta tomar del pocillo.
El sol se escondía tras las vías y las sombrillas del bar se cerraban en torno nuestro. Nos fuimos los tres caminando sobre el viaducto con las manos en los bolsillos.

El Muro

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