lunes, 29 de noviembre de 2010

El regreso de La Mole

La luz al final del pasillo nos hacía ilusionar. Se veían un par de ollas colgando, esperando su turno. Pero la china se hacía desear. Entonces lo miré a La Mole y a su novia filipina y les propuse virar hacia el pub "New Time". Aceptaron.
Tomamos el subte, donde nos cruzamos con unas yudokas preadolescentes.
En la puerta del lugar nos recibieron unos tipos recios. Pusieron caras con forma de signo de pregunta. Sin decir nada les señalé a La Mole, que dijo: "Queremos Pong".
Adentro nos armaron la mesa, que estaba acurrucada en un rincón, rodeada de sillas. La música sonaba fuerte, saturada: yo quiero que me toque una cumbita, yo quiero que la baile Maribel, quiero ver su graciosa figurita moviendo los pies.
La chica agarraba la paleta como palitos chinos. No era buena, pero se notaba la predisposición de su genética para con el juego. Era cuestión de tiempo.
La Mole abrió el peloteo un poco titubeante, pero cuando empezó el primer match cambió repentinamente. Era mejor de lo que me había hecho creer. Estrategias de un grandote para nada sonzo. Se llevó el primer partido.
El resto de la noche puse las cosas en su lugar.

El Muro

No hay comentarios:

Publicar un comentario