lunes, 29 de noviembre de 2010

Carta franca

El mismo grupo pinponero de siempre se dirige con sigilo al mítico lugar.
Es un martes a la noche y los jazmines del aire empiezan a abrirse tímidos en los patios de las casas vecinas.
El grupo llega al sótano maloliente y para esa altura (y por suerte) como para equiparar, los jazmines están lo más abiertos que pueden para ser 2 de septiembre.
Hay luces en el fondo del local pero la puerta está cerrada.
No hay carteles con horarios. Ni mensaje de "Ya vuelvo".
Tocan el timbre. Nada. Tocan el timbre. Nada.
El grupo se disipa. Se pierde en la ciudad como si nunca se hubiera unido.
La pregunta es: ¿por qué los martes no?, ¿abren?
Zoom adentro.
La luz en el fondo ilumina una pequeña cocina donde dos chinas con pantuflas de colores brillantes leen diarios locales. Beben té de jazmín en tacitas de porcelana mientras un chino más grande pinta con acuarelas en una camisa de cuello Mao.
Un gato blanco de nombre Motoharu corre entre las patas de una mesa, ve algo y sale pitando para la puerta. Vuelve y se para en dos patas. El chino más grande, lo mira, le sonríe y sigue pintando. Las mujeres ni se inmutan. A todo esto, el té comienza a enfriarse.

Serenella

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