miércoles, 30 de marzo de 2011

Se dice de mí

Una noche de calor salí a sacar la basura y al volver sobre mis pasos y al levantar la mirada vi una horrible cucaracha cerca de una de mis ventanas. Noooooooooooooo.
Reposaba en la pared del frente, con una altura considerable, como diciendo: de acá no me mueve nadie. En un tiro, subí, cerré la ventana para impedirle el acceso a mi privacidad a esa asquerosa y antigua enemiga. Unos segundos después, bajé y salí a la puerta con un escobillón en mano para derribarla desde el pasto. Ella, arriba, en la pared, muy alta y yo, abajo, en el pasto, desde mi breve altura, con mi arma casera en mano, a los garrotazos contra la pared, ira en el aire. Sin exito.
Entré a casa y tomé una silla. Parada desde la silla con el escobillón en mano no llegaba a ella que ni se movía. La muy maldita me hizo dudar, en la penumbra de la luz de la calle, y la poca luna, si era un bicho o una mancha. Pero sus relieves no eran de mancha. Y además, mi instinto asesino no podía equivocarse tanto.
Entré a casa y saqué una escalera. Me subí al último escalón con el escobillón en la diestra y sentí algo de miedo porque la estabilidad desde la cima y con el vaivén de mis garrotazos era pobre. Y también sentí algo de verguenza porque esto sucedía en el frente de mi casa. Es decir, quienes pasaran por allí, esa noche, me iban a ver en una situación... digamos ....poco usual.
Yo seguía luchando y la bicha ahí, la muy perra, quieta, fajada a la pared. Mis puteadas iban en aumento.
En eso, apareció mi vecino y me preguntó qué me pasaba. Ejem.
Le mostré a la invasora y le conté el cuento. Pensé que iba a decirme que estaba loca, que buenas noches, que suerte con lo tuyo, om, aleluya, jodete o cualquier otra cosa pero no. ¡Me ayudó!
Se subió a la escalera y escobillón en mano, más alto que yo y con más fuerza, derribó a lo que en el piso se dio a conocer como un grillo y desapareció en el césped. Un grillo mudo que se hizo pasar por una cuca para darme más asco. ¿Por qué no cantó antes?
Guardé todos mis petates. En casa, me sentí expuesta en mi locura por los bichos frente a los paseantes y al vecino pero no me importaba, estaba aliviada. Había logrado mi cometido o los locos éramos varios.
Ya serenada, Serenella Florida

2 comentarios:

  1. Yo tengo grillos cada tanto en el balcón-jardincito que me armé en el piso 7. Pero cantan. Qué raro que éste no avisó.

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