sábado, 12 de marzo de 2011

Al fondo la corona


Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero las palabras ayudan a explotar una imagen. Por eso: ahí vamos.
Caminaba a paso tranquilo cuando me topé de frente con un viejito que barría la vereda con una escoba que tenía añares encima. La homologación entre la escoba y el hombre los hermanaba en un segundo. Mientras me acercaba a él, terminó su tarea y comenzó a entrar en su casa. Para ese instante, yo pasaba a su lado. Una puerta antigua conducía a un pasillo, clásico de ph, que se metía como media cuadra adentro. En el fondo se veía otra puerta y el hombre iba hacia a ella. Estaba cerrada y adornada con una corona navideña.
Sí, una corona navideña y estamos en marzo. De lejos, la corona más que navideña parecía fúnebre. Esos colores, esos brillos, ese significado no encajaba.
Podrán pensar que soy absurdamente tajante en la idea del uso de la corona sólo en los momentos adecuados pero la imagen saltaba fuera del calendario de lo esperable.
Un hombre mayor se mete adentro, va a abrir la puerta de su bóveda.
Una corona lo recibe. Ya no hay festejos. Alguien, no sabemos quién, compró esa corona o la mandó en su memoria.
No hace falta ser viejo para abrir esa puerta. Ese pasillo está siempre para que cada uno lo camine a su debido tiempo.
Serenella en flor

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