martes, 15 de marzo de 2011

Rapid Eye Movement


A lo largo de mi infancia sufrí uno de esos sueños a repetición que no eran pesadilla, eran simplemente sueño: soñaba que la luna se caía. Y era de lo más real. Veía las calles por donde yo caminaba diariamente, mi balcón,los vecinos; solo que a ellos les rondaba de algún modo la angustia y a mí una cierta curiosidad por saber por qué la luna se veía allí redonda, inmensa y amarilla, apoyada en un cielo negro sin estrellas.
La luna dejó de visitarme, lamentablemente. Pero hay sustitutos.
Hace muchos años que sufro otros dos sueños de esos que se repiten. Y también parecen muy reales. Despiertan mi curiosidad, aunque, debo confesar, también ansiedad, y, por qué no, un cierto temor.
El primer sueño es el del ascensor: este puede ser de los antiguos tipo jaulita, los sesenteros con revestimiento plástico y botones que sobresalen mucho, o de esos de puertas metálicas donde caben una docena de personas. Siempre voy acompañada (eso creo). Y nadie toca el botón, pero el ascensor se dispara hacia arriba. A veces se abre la puerta y se ve el cielo de día y muy celeste; a veces llego a un piso donde sé que habita Dios. Es un departamentito minúsculo y oscuro que contiene, como un aleph, todo o mucho o demasiado. Una vez fui a una oficina en la calle Corrientes, en un séptimo o un doceavo piso, y me pareció que era el departamentito de mi sueño.
El segundo es el de la habitación desconocida. Me ha pasado en todas las casas en las que he vivido, aunque, como en todos los sueños, las casas tiene variantes o son otras muy distintas. No obstante, siempre soñé este sueño: resulta que me doy cuenta que estoy en mi casa, tan contenta...pero hasta el momento no había abierto una puerta. Y allí hay una habitación con trastos viejos, sucia, o un baño en condiciones lamentables. Luego son todos interrogantes.
Y eso es todo. En un libro de los sueños, obviamente mis sueños aparecen bajo el significado de búsquedas internas, espirituales, la expectativa, el miedo a lo desconocido. Yo no sé, no lo veo tan claro; será porque es mi sueño y, como la vida misma, no te deja tomar distancia de lo que allí sucede. Así y todo, los prefiero antes que a otras pesadillas o cosas por el estilo. Y lo peor, lo peor, es no soñar nada. Es que la tele se te quede con rayitas de colores.

Dourinha

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