domingo, 9 de enero de 2011

Buenas tardes, la puta madre que te parió


En el edificio donde habitan Jenny, Alberto y la pareja de ingleses mayores con doble heladera también vivía un dealer. Eso era lo que decían los demás sobre su actividad laboral. Vivía enfrente. De día estaba casi todo el tiempo en su departamento pero de noche -cual vampiro de fin de siglo- salía perfumado y volvía en horarios imprevistos. Su puerta se cerraba con fuerza a cualquier hora de la noche y como tengo el sueño liviano escuchaba su pam!!!
Señor Dealer vivía con su novia, una flaquita al estilo Burton.
Señor Dealer era el más correcto de todos con sus vecinos. Te lo cruzabas y él lanzaba seco y sin mirarte un: cómo le va, señora // buenas tardes// hasta luego// buenos días y las frases más señoriales y comunes para un tipo joven, con un eco de punk y fama de señor dealer.
De noche o de madrugada, se lo escuchaba pelear con su novia a viva voce. Allí el formalismo se caía en pedazos y aparecían las más variadas puteadas del universo español. Puro grito. Pura puteada y maltrato. Daba escalofríos. Todo terminaba en un portazo monumental y la escapada de alguno de los dos por las escaleras. Feo, feo.
Pero de día: buenos días, señora, buenas tardes, señor y de noche: la puta madre que te parió.
El día y la noche. La luna y el sol.
Serenella
(Estimados lectores: sepan disculpar el título recreativo)

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