lunes, 12 de marzo de 2012

Corisia


Hace poco quise escribir sobre un palo borracho, pero la historia se perdió. Hace unas horas quise meter un palo borracho dentro de un frasquito, pero no pude.
Me di cuenta de que no sabía nombrarlo, por eso me/te preguntaba si los flacos y los gordos eran de la misma familia, o si eran ceibos o qué. Necesitaba un nombre. Es que no me gusta decirle "palo borracho" porque es un árbol, no un palo, y los árboles beben agua.
Un libro me dice que se llama "chorisia", donde esa "ch" debe leerse como "k", sino hablaríamos de un chorizo borracho (y vamos cada vez peor). Ya sé ahora por qué no pude escribir ni guardar, se llamaba corisia.

Corisia, que suena a caricia, pero más silenciosa y profunda, un sesenta sobre el cuarenta de la nada de pensamientos. Y suena a "cor", que en occitano es corazón.
De este lado del océano no hay corisias, por eso intento ahora guardarme todas las imágenes de las corisias de estas últimas semanas, una corisia en la tarde calurosa y el cielo que se escurre entre sus hojas si lo mirás desde recostada y con las piernas cruzadas, y específicamente esa de las ocho, la de la esquina, vista desde la izquierda, sobre tu hombro, mientras las flores rosas caen en el pastito y solo yo las escucho. Corisia silenciosa. Nadie volverá a mirarla desde donde yo la miraba.
El olor de la noche es uno de sus pétalos, un frasquito donde antes hubo perfume. Mientras crecen mis ramas y me estiro para nombrarte, se quedan tus colores en mi cuarto, corisia a la distancia.

Lelia Leila

No hay comentarios:

Publicar un comentario