viernes, 24 de junio de 2011

Alf y el mate del amor


Hace unos años, volviamos de unas mini vacaciones en el mar en un micro medio oxidado y medio trucho que formaba parte de lo que suelen llamar en las agencias turísticas "el paquete".
Ibamos sentados en segunda fila. Delante de nosotros había una pareja de viejitos, al costado una madre con su hijo y delante de todo, dos mujeres, rubias y teñidas y tomadoras de mate.
La enumeración de los personajes no es meramente ilustrativa ya que dos horas después de la caída del sol, todos ellos darían comienzo a una de las situaciones más bizarras e inolvidables de mi vida.
Las chicas rubias, charlaban en voz alta con el chofer y su acompañante, en un tono de levante:
de qué signo sos, las panzas en los hombres, el estado físico de las que entrenan, chistes y pedidos de boleros. Todo esto mezclado con risas, risitas y risotadas. En eso, la madre del niño les ordenó que bajaran la voz, dijo que su hijo quería descansar, que al día siguiente iba a clases, que bajaran el tono y ya. Una de las chicas arremetió con toda la furia del agua destilada de su cabello: -Vos, de envidiosa porque acá la estamos pasando de diez con los chicos.
Juro que fue así.
La madre hizo que no escuchaba pero la pareja de viejitos se sumó. Casi al unísono gritaron que eran una desubicadas, que bajaran la voz, que no eran conversaciones para un micro y menos a esas horas. La otra rubia, saltó al ring con el pelo casi albino: ¡Déjense de decir boludeces!
El viejo ladró mientras se incorporaba de su asiento: ¡A mí no me insultás, estúpida!
Ondas de amor y paz para todos.
Pasaron las horas y la mayoría de los pasajeros parecía dormir, no había sonidos. Excepto por una voz que venía de adelante que decía: -¿Has visto eso? y el eco de las risas rubias. La pregunta se reiteraba en un tono raro. Pensé que había alguien con dificultades pero mi querido T me dijo que no, que era el chofer haciendo de "Alf" para que las chicas se rieran.
No lo podía creer.
Al rato, el micro se perdió en la ruta y perdimos una hora hasta encontrar la salida. Al rato, el micro se quedó sin nafta y tuvieron que venir a rescatarnos.
Abajo los choferes estaban a las piñas. Aparentemente, uno de ellos, el Alf chistoso, se había olvidado de cargar combustible de tan loco que estaba por las blondas.
Nos pasaron a otro micro y lo último que se escuchó fue la voz de Alf, recordándoles a las chicas que las llamaba, que gracias por los números telefónicos, que el sábado había una fiesta y que había sido un gustazo.

Florence

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