miércoles, 22 de septiembre de 2010

Un truhán con dinero verdadero

Corría la Semana Santa de 2003 y habíamos comprado un paquete turístico con destino a Mardel que incluía "pases free" para almorzar o cenar en un bodegón, cercano al hotel. Una noche decidimos cenar ahí. Era sábado y eso trajo aparejado que el lugar recibiera a sus clientes con un menú especial (tres opciones en lugar de una) y música en vivo. Todas las variantes gastronómicas incluían papas: papas fritas - puré - papas a la española. En fin. Mientras comíamos papas apareció él.
Tendría unos 40 años, hacía temas de El Puma Rodríguez, Luis Miguel, Julio Iglesias y Paz Martinez sobre una pista de teclados ochentosos. Dos luces de colores, inventadas con papel celofán verde y amarillo, daban destellos particulares sobre su pantalón y saco de un blanco impecable. Llevaba un cinturón ancho con tremendas iniciales y una loca corbata negra, con la cabeza de un equino en un gris plateado.
Micrófono en mano iba por las mesas haciendo gestos clásicos del cantante romántico y sonriendo con descaro. A pedido del público hizo nuevamente "Soy un truhán, soy un señor" de Julio Iglesias y se despidió.
Minutos después, el truhán- señor, pasaba por las mesas con una canasta para pan, de plástico verde, que usaba como recipiente para que los clientes depositaran algo de dinero como canje por su chantaje musical. Una vez terminada esta recolección, el brioso intérprete se puso a contar los billetes obtenidos delante de todos. Lo hacía chequeando debidamente que no fueran falsos; por ende, levantaba cada uno a la altura de sus ojos, lo examinaba y si era bueno lo guardaba. Todos podíamos ver su testeo. A todos parecía decir: soy un truhán de ficción pero quiero dinero verdadero.
Serenella.